Desde el Mixed-Use hacia el Diff-Use

Sebastián Adamo, Marcelo Faiden

martes, 10 de diciembre de 2019  |   

Finalmente, casi todos coincidimos en que nuestras ciudades deben ser compactas, densas y programáticamente diversas. Si bien existen matices cuantitativos respecto a estos puntos, la mayoría de nuestros esfuerzos apuntan a consolidar un modelo de ciudad distinto al positivismo esbozado en la Carta de Atenas. Las migraciones rurales hacia los centros urbanos desbordaron las densidades imaginadas, obligándonos a abandonar la idea de que exista un único programa ligado a grandes extensiones de suelo. Asumir esta condición nos ha llevado a imaginar distintos maneras de engrosar y diversificar el espesor de nuestras ciudades. Las construcciones a gran escala denominadas Mixed-Use son un ejemplo de esta línea de trabajo donde edificios con programas diversos confluyen en un único proyecto. Hoy contamos con técnicas capaces de establecer cierta continuidad entre el modelo de ciudad planteado y las construcciones a gran escala. Sin embargo, en el rango de la escala media, esta relación no ha sido abordada en profundidad.

Una mirada propia en el abordaje del proyecto. Foto: Javier Agustín RojasEl edificio Bonpland 2169 intenta posicionarse en este debate entendiendo de antemano que su tamaño le impedirá reproducir estrategias de organización ligadas a una escala mayor de trabajo. En este caso, el punto de partida consiste en abordar la diversidad de usos mediante la homogeneidad espacial. En lugar de proyectar un contenedor para alojar programas previamente establecidos, se ofrece una estructura abierta a distintas apropiaciones. Un entorno programáticamente inestable pero espacialmente específico. Está organizado mediante cinco crujías perpendiculares a los muros medianeros que delimitan su aptitud técnica al mismo tiempo que ofrecen un buen margen de flexibilidad.

Si bien nuestro campo de acción se encuentra circunscripto al ámbito de la organización material, nuestro campo de reflexión lo desborda hasta lograr informarlo con precisión. La atención hacia los nuevos modos de usar la ciudad, la actualización de sus programas o la aparición de instancias híbridas entre los usos que ya conocemos, resultan aquí momentos de vital importancia. Desarrollar una nueva sensibilidad hacia los objetos y sujetos que ocuparán cada una de las unidades es el principal argumento de este proyecto.


El mercado
Imaginemos que estamos frente a una cosa sin forma definida, fluctuante, sometida a oscilaciones irregulares. Una red sin jerarquías deformada por múltiples tensiones asociadas a oportunidades superpuestas. Una cosa excesivamente escurridiza, de perfume cambiante y de imagen camaleónica. ¿Qué tipo de vínculo debemos establecer con algo que tiende constantemente al cambio? Descripta en estos términos se nos presentarían al menos tres maneras de posicionarnos frente a ella. La primera y más inmediata sería establecer una relación de cercanía. Cuanto más próximo nos situemos respecto a ella, mejor. Intentar sentirla cerca, vigilar sus latidos, abrazarla hasta adquirir su perfume. Ofrendarle nuestra identidad o dicho en otros términos: camuflarnos en la cosa. La segunda opción sería dejarla completamente de lado. Alejarnos de ella, escaparnos lo más lejos posible. Olvidarla definitivamente y empezar a imaginarnos otra cosa —nueva, perfecta— como si aquella otra nunca hubiese existido. Ensayar una especie de tabula rasa quizás muy moderna, quizás nada pragmática. Finalmente, la tercera estrategia consistiría en manipularla rápidamente hasta que adquiera sentido. Retirarnos al instante y desde una distancia media observar atentamente su comportamiento. Volver a ella y alejarnos siempre hacia un punto distinto hasta lograr envolverla con nuestra mirada. Construir una distancia crítica que nos permita conocerla hasta reconocernos. Fabricar un nuevo plan de acción que diluya nuestras ambiciones en sus necesidades. Volver a la carga como un eterno turista. Y así mil veces. 

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