El usuario activo

Laura Arévalos

martes, 10 de diciembre de 2019  |   

Entrevista a Laura Arévalos, vecina del Barrio Papa Francisco


El Barrio Papa Francisco es un ejemplo de lo que la organización puede lograr. Laura Arévalos es vecina y activa participante de las Mesas de Gestión Participativa, la clave para la articulación entre los futuros usuarios y el IVC.

«Hicimos miles de propuestas; intervenimos en todo lo que se hizo en el barrio, porque trabajábamos desde antes que trajeran el plan desde el IVC», aclara Laura. «Pedimos participar, porque ya estábamos hace tiempo conformados. Por eso la ley habla de Mesas de Gestión Participativa».

Estas Mesas tenían interlocutores arquitectos que «traducían» a los vecinos y despejaban dudas sobre usos y términos técnicos, además de poner en palabras aquello que los vecinos solicitaban o encontraban erróneo en los proyectos. «Hubo una parte del barrio en la que no pudimos intervenir, porque ya estaba cerrado, y que se diferencia claramente de aquella en la que sí estuvimos, que hicimos con compañeros de la FADU y con otros arquitectos que llamamos a participar. A ellos les pedimos que interpreten lo que los vecinos querían, o los problemas que los vecinos veían de otros complejos habitacionales. Así es como en esas viviendas que traía el IVC se modificaron, por ejemplo, las escaleras, las salidas, o que los patios fueran compartidos para que no se corra peligro de que un vecino se lo apropie, para que siempre esté la cultura de compartir de los espacios públicos».

Plano general del Barrio 20. Foto: gentileza IVC.

Otro de los pedidos fue la solicitud de viviendas para personas con discapacidad: «Tratamos de intervenir en lo que pudimos con lo que sabemos, para después trasladarlo a los arquitectos para que pudieran trabajarlo con los arquitectos del IVC».

Los arquitectos de la FADU a los que hace referencia Laura son Beatriz Pedro y Mauricio Contreras del Taller Libre de Proyecto Social. «La vez que se discutió de manera general la propuesta del barrio Papa Francisco con los vecinos del barrio, Beatriz había armado una maqueta para explicar cómo iban a ser los módulos, cómo iban a estar conformados los consorcios. Porque nosotros tenemos esas experiencias cercanas de Lugano 1 y 2... Por eso propusimos que los edificios se pudieran dividir de alguna manera para que los consorcios fueran chiquitos y se pudiera trabajar. Esas cosas proponíamos».

El desarrollo del barrio y la concreción fue un gran proceso que llevó cerca de cuatro años, y continúa. «Había que explicarles a los vecinos también. Era un ida y vuelta todo el tiempo. Nosotros discutimos muy en general, pero el vecino común no sé si tiene tan en claro que el proceso es participativo».

Las palabras técnicas que usamos en la profesión también fueron un obstáculo a la hora de transmitir necesidades y prioridades: «Esto de los diferentes idiomas técnicos es muy interesante. Nosotros simplemente decimos ‘yo necesito tal cosa’, y nuestros arquitectos interlocutores nos aclaraban que eso se le llamaba de determinada manera. Y así era como se solicitaba, y de esa forma lográbamos consensuar entre todos. Estos interlocutores arquitectos estaban siempre, en todo... Creo que eso es lo que más cuesta, la relación directa del arquitecto con el vecino en un espacio de participación, donde el vecino puede preguntar y repreguntar… Pero así es como se hace de mejor manera. En los talleres se vio mucho eso».

Una de las instancias más interesantes de este diálogo de vecino-arquitecto se dio al comienzo, cuando vieron la propuesta del concurso: «Trajeron unas súper viviendas, con paredes que se movían, paredes altas con vidrios altos, terrazas verdes… en ese momento que recién arrancábamos, y entonces pregunté qué era una terraza verde, y te explicaban: las plantitas, el pastito… ‘¿Para qué sirve eso?’, pensé, ‘¡yo necesito mi casa con tres habitaciones, una cocina y un baño!’».

La vivienda digna, un derecho que tenemos por ley, es el motor principal de las mesas de participación: «Los arquitectos explicaban lo mínimo que tiene que tener una vivienda para que sea habitable, y así el vecino podía ver que, aunque viva de una determinada manera, eso no significa que este bien vivir así. Y que su vivienda tiene que ser mejor porque hay una ley de por medio que dice que es su derecho. Ése es el gran paso». 
 

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