El entramado y la gestión

Elisa Rocca

martes, 10 de diciembre de 2019  |   

Desde 2016 el equipo de coordinación generó la instancia de mesas de gestión participativa. El diálogo con los referentes del barrio, aquellos que participaban en acciones vinculadas a la política, fue el primer paso del proceso de reurbanización. En ese momento, el coordinador era Martín Motta. Cada vez se fueron sumando más actores. Era necesario el acuerdo y todos entendían que esa era una necesidad concreta. El diálogo fue el germen de la metodología de abordaje. No se trató de presentar un proyecto para validar. Se dio, en cambio, un proceso de participación permanente.

Con la mesa se fue gestando la ley que en Diputados obtuvo luz verde al plan que contempla la reurbanización, zonificación e integración socio-urbana del Barrio 20 de Lugano.

Mudanza al nuevo barrio construido en el ex Playón Ferroviario de Chacarita.Después se organizó una mesa técnica, de trabajo, más reducida que la abierta a todos los vecinos, donde se consolidaron las tomas de decisiones. En el barrio vivían 30 mil habitantes, en 30 manzanas. Esa dimensión tornó necesaria la iniciativa de generar distintas escalas de aproximación. A la mesa técnica y las mesas de gestión participativa se sumaron las verificaciones de proyectos por cada manzana. Se fueron relevando las manzanas para generar proyectos de urbanización particulares. A partir de reuniones, entrevistas sociales, planos y relevamiento socio espacial para conocer estado edilicio y profundizar historia y condiciones de cada familia se trazó un diagnóstico.

A lo largo de 5 encuentros los vecinos analizaron los proyectos para cada manzana, en cuanto a usos. También se les pidió que profundizaran los diagnósticos para conocer más detalles: cantidad de niveles de cada vivienda, iluminación y, sobre todo, que plantearan la voluntad con respecto a la mudanza. Si la idea era abrir calles o patios definitivamente era necesario trabajar sin las familias dentro de las viviendas.

En este punto del proceso se organizaron talleres que trabajaron el tema de la relocalización. La manzana 22, donde vivían mil familias, era la más grande del barrio. Como se encontraron  condiciones complejas de habitabilidad el planteo fue dividirla en 4 partes y generar una apertura de calle que no estaba incluida en la ley.

El proceso de compartir entre los grupos las decisiones le dio transparencia al proyecto. No sólo reunía la información el Estado. También los habitantes eran parte de las decisiones.

La votación fue una de las últimas instancias, donde también participaron las defensorías, para que el encuadre fuera transparente. Cada familia pudo plantear su situación y elegir su nueva ubicación o bien, optar por mudarse dentro del barrio.  En estos talleres de acuerdos  hubo lugar para desacuerdos, opiniones a favor y en contra. Y en los encuentros donde la reflexión giraba en torno a la convivencia se atendían consultas vinculadas al cambio, la mudanza y los nuevos usos. Todo el proceso generó confianza. Pudimos hacer las mudanzas y relocalizaciones, los proyectos se terminaron acordando. Se generó un mecanismo de confianza con el vecino, que pudo recorrer las obras y conocer detalles. El grado de acuerdo fue del 90%. 

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