Hablemos de arquitectura #2 | preexistencias y materialidad

CPAU

jueves, 12 de diciembre de 2019  |   

Organizado por la Comisión de Arquitectura del CPAU, Hablemos de Arquitectura es un espacio concebido para recuperar el pensamiento y el debate sobre el quehacer de la arquitectura en el entorno actual. Para cada encuentro se selecciona un grupo de obras presentadas al XVII Premio SCA-CPAU que respondan al tema elegido. «Las 200 obras presentadas en 2018 nos dieron la posibilidad de iniciar estas conversaciones, ya que cada uno de estos trabajos elegidos muestra una opinión interesada en la arquitectura, el diseño, la construcción y la ciudad», definió Flora Manteola, presidenta de la Comisión de Arquitectura del CPAU.

El segundo evento, realizado el 14 de agosto, tuvo como temas las preexistencias y la materialidad. «Hoy vamos a hablar de remodelación, refuncionalización, puesta en valor, acoplamiento, ampliación, reacondicionamiento, reciclaje... todas estas son aproximaciones que se involucran en el tema de la materialidad y las preexistencias», continuó Manteola y aclaró, como en la charla anterior, que los trabajos seleccionados se encuadraron dentro las consignas propuestas por la comisión, pero que de ninguna manera pretenden tener un orden de mérito o responder a una evaluación. «Fernández Galiano (N de la R: el arquitecto español Luis Fernández Galiano, catedrático de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid) decía que los edificios tienen más vida que las funciones que en ellos se desarrollan y es real que la ciudad está llena de edificios que tienen presencia y conforman bien la ciudad pero que han perdido la esencia de su uso y han perdido vida. Insuflarle nueva vida a los edificios es una tarea diferente de la de proyectar. Al proyectar de cero partimos de un destino, de la función hacia el proyecto. Aquí se parte muchas veces de qué se puede alojar dentro de un edificio histórico para darle esa nueva vida», definió Manteola como preámbulo. 

A continuación, Berto Berdichevsky introdujo el tema de las preexistencias en este Hablemos de Arquitectura #2, entendiendo que se refieren a aquellas obras que deben realizarse en un sitio en el cual existen obras previas que deben respetarse parcial o totalmente.

Las obras seleccionadas fueron:

El Centro de Artes Urbanas fue presentado por Andrés Ferrari. Se trata de una obra ubicada en un terreno de esquina en Núñez, donde existía una construcción antigua, tipo casa chorizo en planta baja, en la cual funcionaba un bar de barrio. El predio y su construcción no estaban catalogados ni protegidos. El comitente quería construir un salón de fiestas y una sala de grabación, además de contar con su propia oficina. La propuesta de los arquitectos fue la de mantener el espíritu de la construcción existente, dejando el bar de la esquina como memoria de la preexistencia. Y por detrás del local se alzó la construcción nueva dejando un espacio en la altura entre el bar y los nuevos volúmenes, a fin de que se pudiera distinguir lo preexistente de lo nuevo. 

La presentación de Bancor (Banco de Córdoba) estuvo a cargo de María Hojman, quien explicó que la obra resultó de haber ganado un concurso de proyecto y precio para ampliar las oficinas del banco, ubicadas en el centro de la ciudad, muy cerca de la plaza central. El programa del nuevo edificio consistía en reunir las oficinas dispersas para optimizar su funcionamiento. Se dispuso un núcleo de servicios, en forma de L adosado a la espalda de una construcción existente de esquina y las oficinas se diseñaron despegadas de ese núcleo, dejando espacios vacíos y realizando uniones por medio de puentes para darle riqueza espacial e iluminación al proyecto.

Hojman contó que el mayor desafío fue decidir qué fachada darle al nuevo edificio, ya que a ambos lados había frentes preexistentes de valor histórico. Todo lo preexistente funcionó de guía para lo nuevo. Se estudiaron los ritmos verticales y las aberturas de los edificios históricos, que fueron traducidos en parasoles y cerramientos verticales para darle continuidad armónica a la unión de las fachadas. Finalmente, se proyectó una delgada marquesina metálica longitudinal, despegada de las cubiertas, que actúa como un plano integrador.

A la hora de presentar el Paseo de la Brecha, Matías Frazzi comentó que el Casco Histórico de Colonia del Sacramento es Patrimonio de la Humanidad desde 1995, y por eso la obra presentó numerosos desafíos vinculados a la relación de lo preexistente con lo nuevo, e incluyó innumerables gestiones con los organismos de la ciudad.

Con la investigación previa y los cuidadosos trabajos de excavaciones preliminares, se descubrieron restos de la muralla y contrafuertes de la antigua fortificación de la ciudadela. Se encontraron unas 300 piezas móviles de arqueología; un historiador y un museólogo participaron en este tramo. Además, en el sitio se encontraban los restos de un antiguo galpón del siglo XIX.

La intervención consistió en generar un paseo interno semipúblico que atraviesa y unifica el galpón con una serie viviendas de hormigón visto que se van yuxtaponiendo y acompañan los diferentes niveles de la topografía. En este espacio se exponen los hallazgos arqueológicos encontrados, como un museo a cielo abierto. En la planta baja, se ubica un bar. Además, se proyectaron ocho viviendas en distintos niveles.

Berto Berdichevsky, en representación de la Comisión de Arquitectura, hizo la síntesis de la propuesta de El Vivero. Se trata de un antiguo galpón que se utilizaba como vivero para el cultivo de orquídeas y que se deseaba integrar a un nuevo grupo de viviendas en condominio. El galpón fue restaurado, dándole una imagen más contemporánea, pero conservando algo de la memoria de su preexistencia en el conjunto.

María Victoria Besonías desarrolló el tema de la materialidad y la preexistencia en la Casa del Bosque. En ella, el territorio y los materiales son las preexistencias. El terreno se encuentra en un bosque, con vistas a un claro en el que no habría futuras construcciones. Los espacios se plantearon aterrazados con un ligero movimiento que acompañaba la pendiente del terreno, permitiendo tener variedad de situaciones de iluminación y ventilación, sin exponer las vistas.

En cuanto a la materialidad, el protagonista es el hormigón armado a la vista, que actúa como estructura y cerramiento. 
Se mantuvieron la mayoría de los arbustos existentes, para que el entorno verde dialogara con lo macizo de la vivienda, y se completó la propuesta con terrazas verdes por su utilidad desde el punto de vista ambiental y térmico.

Jerónimo Pérez Maraviglia y Oscar Cañadas presentaron su Módulo Sur, una obra que fue la primera etapa de una intervención de mayor alcance. Destacaron el mandato de lo preexistente en cuanto al sitio de emplazamiento, contiguo al Torreón del Monje, en Mar del Plata. Los autores y el doble comitente (las autoridades del Torreón más las autoridades de la Municipalidad de Mar del Plata) acordaron que el edificio debía ser lo más chico posible, para que no ocultara las vistas hacia el Torreón y hacia el mar.

La materialidad significó un desafío, porque el estudio fundador (Mariani-Pérez Maraviglia) tenía una larga tradición de obras con ladrillos; pero, manejándose con un lenguaje contemporáneo, las nuevas generaciones del estudio comenzaron a utilizar el hormigón armado a la vista como material preponderante, y que debió responder a las exigencias del medio ambiente con los problemas de corrosión y desgaste que sufren las obras ubicadas en proximidades al mar.

Al techo de hormigón se le dio una ligera pendiente hacia un extremo para guiar el agua de lluvia y volcarla hacia el mar. En el sentido transversal, también la cubierta se plegó ligeramente en V para canalizar el agua de lluvia.

La Sala de Danza de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) estuvo a cargo de José Luis Bertot. El proyecto fue desarrollado por un equipo técnico de profesionales de la propia universidad a partir de una ubicación seleccionada por su rector. Consiste en un pabellón vidriado que posibilita el desarrollo de las clases de danza dentro del predio. En su emplazamiento, el pabellón dialoga con el edificio ladrillero circular de la antigua estación ferroviaria.

La obra tuvo fuertes requerimientos y condicionantes: por un lado, la premura del tiempo y, por el otro, los costos reducidos. Un tercer elemento fue el pedido expreso de las autoridades de la universidad de permitir que todas las personas que circularan por el lugar vean las actividades interiores.

Fueron esos condicionantes los que guiaron la materialidad y la transparencia en este pabellón de 300 m²: más que una virtud, fue un mandato.

Se optó por una estructura metálica vertical para sostener un steel deck. Para las fachadas se utilizaron vidrios reflectivos, que cumplen la doble función de aislar térmicamente al espacio interior y permitir las visuales requeridas. Para completar la protección ambiental se proyectó una cubierta verde, que brinda aislación al espacio interior. También se trasplantaron algunos árboles para proteger las superficies vidriadas exteriores. Como detalle adicional, en los ángulos del pabellón los vidrios no se contactan, quedando una raja de ventilación. 

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