Creer en lo imposible

Liliana Taramasso

jueves, 4 de noviembre de 2021  |   

Las estadísticas oficiales indican que, en el sistema universitario, las mujeres superamos en un pequeño porcentaje a los varones en lo que respecta al alumnado, egresados/as y cargos docentes. Sin embargo, existe una brecha contundente respecto a los cargos de profesores/as y autoridades superiores.

Quienes somos docentes universitarias desde hace décadas hemos transitado –y aún vivimos– las desigualdades profundas que estas brechas significan: el llamado techo de cristal, la naturalización de discriminaciones y violencias, la invisibilización de la incidencia y aportes de las mujeres docentes y profesionales, como así también todo tipo de situaciones que empobrecen y limitan a nuestras universidades, la construcción de conocimientos y su vinculación para resolver problemáticas complejas del hábitat, tanto como ocurre en otros ámbitos de la sociedad y la cultura.

No obstante, aquello que todavía predomina en diferentes casas de estudio, especialmente en las más tradicionales, se encuentra en procesos de cambios impulsados por diferentes actores y políticas que dinamizan y muestran caminos favorables a conocer y profundizar. Son contextos de avances de luchas y reivindicaciones, del Ni Una Menos y la «marea verde» en Latinoamérica y en el mundo, que expresa múltiples feminismos y diversidades y, a la vez, el marco institucional de un gobierno popular en Argentina que discute y materializa leyes, políticas sociales y estructuras gubernamentales a favor de los derechos de sectores vulnerados. Queda mucho que deconstruir y transformar en distintas áreas, entre ellas, en la educación superior.

En 2020 celebramos el décimo aniversario de la Universidad Nacional de Moreno (UNM), Universidad del Bicentenario. Recientemente, se realizó el sexto proceso eleccionario para conformar su tercer gobierno para el período 2021-2025. Una novedad importante ha sido la incorporación en el estatuto de la paridad de género y la alternancia en las listas de candidatos/as de los estamentos docente, no docente y estudiantil. Se logró equidad en la Asamblea Universitaria, máximo órgano de autoridad, constituida en junio de 2021 por representantes electos, con una representación absolutamente equitativa: 50% varones y 50% mujeres. Por otro lado, la representación docente de la carrera de Arquitectura en el Consejo del Departamento de Ciencias Aplicadas y Tecnología (DCAyT) está compuesta por la decana, una consejera titular y un consejero suplente. 

Una clave para ampliar la participación y lograr equidad en el gobierno universitario radica en los concursos docentes: esta política institucional, llevada a cabo y reforzada recientemente pese al escenario de pandemia, hoy nos permite contar con un porcentaje importante de docentes concursados/as superior al 60%, lo cual favorece las condiciones y amplía las posibilidades de equidad de mujeres, de jóvenes e incluso de egresados/as de la propia universidad que hoy integran su gobierno.

El estatuto de la universidad y su reglamento electoral también contienen un criterio, a mi modo de entender, destacable: el claustro docente se integra indistintamente por docentes auxiliares y profesores, que pueden elegir y ser electos, lo cual democratiza y renueva la integración en las instancias de consejos asesores de carreras y departamentales.

Como decana del DCAyT de la UNM –integrado por las carreras de Arquitectura, Ingeniería en Electrónica, Licenciatura en Gestión Ambiental y Licenciatura en Biotecnología–, actualmente dirijo uno de los tres departamentos de la universidad, que cuenta con once carreras y tres tecnicaturas.

Las mujeres aún tenemos menor incidencia en áreas científico-tecnológicas, aunque desde diferentes políticas e iniciativas se procura alentar y apoyar las vocaciones en este campo, rompiendo estereotipos de géneros. En la UNM hay vicedecanas y consejeras representantes en las instancias de gobierno, como así también directoras de centros de estudios, programas y proyectos de investigación.

Si bien hay mucho trabajo por delante, en los últimos años la universidad ha implementado numerosas líneas de acción para profundizar el enfoque de género. Desde 2016 contamos con un espacio de atención a través del Programa de orientación, información y asesoramiento sobre convivencia universitaria, que cuenta con un protocolo para la prevención, protección y asistencia ante situaciones de violencia. Asimismo, se ha creado un Programa de extensión para la promoción de los derechos humanos que, entre otros aspectos, promueve la reflexión sobre la perspectiva de género. Además, se constituyó el Espacio intersectorial de diálogo en torno a políticas de igualdad de géneros, contra las violencias sexistas y las discriminaciones, mesa de trabajo desde la cual se propuso un plan de capacitación obligatoria en la temática de género y violencia contra las mujeres, de la UNM en el marco de la Ley Micaela. De esta manera, en 2020 se capacitaron más de 3300 integrantes de distintos estamentos. La universidad también brinda asesoramiento técnico a la Red de asistencia integral de las violencias por motivos de género, sede Moreno, en un trabajo conjunto con el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación. Por otro lado, nuestra casa de estudios concretó la inclusión de contenidos para la sensibilización sobre las diversidades de género en el Curso de Orientación y Preparación Universitaria (COPRUN), para estudiantes ingresantes. Por último, recientemente, atendiendo la petición realizada por el estamento estudiantil, el Consejo Superior aprobó por unanimidad la incorporación de las variables de identidad de género y diversidad sexual en los distintos Sistemas de Información Universitaria (SIU).

Uno de los principales desafíos es trabajar los contenidos curriculares de los programas de estudio de las asignaturas de las carreras del DCAyT, en particular los de Arquitectura, donde soy docente, incorporando perspectiva de género. Esto involucra, por un lado, visibilizar y estudiar casos de autoría de arquitectas, urbanistas y diseñadoras que en múltiples ocasiones han sido invisibilizadas –tanto en sus proyectos, como en sus obras y bibliografía– y, por el otro, reconocer el impacto de las problemáticas de géneros en diferentes escalas y representaciones del hábitat, en los espacios públicos y privados; esta tarea está presente en las clases teóricas, en los ejemplos y también en la reflexión y producción en talleres. La pandemia ha puesto foco en las situaciones de cuidado, reproductivas y productivas, atravesando las clases virtuales, tanto para docentes como estudiantes.

En este sentido, en junio la universidad ha planteado sus Lineamientos y Plan de Gobierno 2021-2025, en los cuales el compromiso con la igualdad de género ha sido formulado en uno de los puntos del programa de gobierno del DCAyT: 

«(…) creemos que la perspectiva de género debe estar incluida en nuestros próximos lineamientos de investigación y extensión a la vez que debemos realizar una revisión integral de los programas con el mismo propósito. Es menester generar espacios de reflexión e intercambio entre los docentes y al interior de toda la comunidad acerca de la importancia de la igualdad de género en el ámbito universitario y contribuir en las temáticas específicas a producir conocimientos que sirvan para incidir y transformar las condiciones actuales y la naturalización de paradigmas de exclusión, violencias simbólicas y concretas. Trabajaremos en la propuesta de constitución del Programa de Estudios de Perspectivas de Géneros en Ciencias Aplicadas, Tecnología y Hábitat».

Parafraseando a Zaha Hadid, que en algún momento dijo «yo todavía creo en lo imposible», somos muchas las que creemos que la sociedad debe y puede ser más justa y armónica, que la interseccionalidad hace confluir aspectos que no deben ser discriminatorios y excluyentes, sino igualitarios, multiculturales y diversos. 

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