Buenos Aires: contrastes, matices, interrogantes

Alicia Novick

miércoles, 28 de agosto de 2019  |   

Los bordes metropolitanos y sus hábitats precarios se contraponen con la urbanalización, las postales y las experiencias turísticas.


El paisaje, esa articulación entre miradas y objetos contemplados, se vincula con el placer estético aunque el registro de lo feo y de lo incómodo nos interpela al referirnos a las ciudades. Francesc Muñoz propuso el pesimista término de urbanalización para referirse a los paisajes del siglo XXI, con referencia a los centros históricos, la rehabilitación de los antiguos puertos, los espacios de ocio o de residencia de nueva generación que presentan una inquietante homogeneización del espacio público dilusora de las diferencias entre ciudades.

En Buenos Aires no es difícil identificar la urbanalización en las imágenes de Puerto Madero, las urbanizaciones cerradas y los barrios que son objeto de interés turístico como La Boca, San Telmo o Palermo Viejo, donde los conventillos, las casas de patios y los talleres de reparación de automóviles fueron reemplazados por restaurantes étnicos, panaderías francesas y galerías de arte. Las guías para viajeros registran los parques y los edificios monumentales —Correo, Tribunales o Congreso—, como algunas de las postales recomendadas. El spleen de París se siente en los grands hôtels particuliers y en los ostentosos edificios de renta de los alrededores de la Avenida Alvear, aunque por detrás de las entradas de mármol y los porteros de uniforme se ocultan —a veces— departamentos mínimos que poco a poco son presas de Airbnb. Por otro lado, los itinerarios de arquitectura destacan los edificios racionalistas y depurados de los años treinta y las propuestas de «experiencias» para viajeros remiten al tango, las librerías y los paseos literarios.

Como contracara, excepto la tan céntrica Villa 31, el hábitat precario no es tan visible para los visitantes. Los bordes metropolitanos y los contaminados ríos de llanura como el Matanza-Riachuelo y el Reconquista, los depósitos de basuras, los conjuntos de viviendas públicas de baja calidad, remiten a la localización de las intrincadas formas de las «villas» y a la regularidad de los «asentamientos» —ocupaciones colectivas de suelos organizadas con la idea de constituir futuros barrios— donde los pobres reivindican su derecho de ciudadanía con baja probabilidad de éxito. Los loteos de otrora se fueron convirtiendo en barrios formales a lo largo del siglo XX, pero ya no parece posible integrar habitantes y territorios. En la ciudad de injusticias espaciales, los paisajes de la urbanalización coexisten con el hábitat informal de quienes no pueden acceder al mercado inmobiliario, conformando ese planet of slums característico de los países del sur.

Puerto Madero, postal emblemática. Foto: Oscar HarispeAunque en el imaginario Buenos Aires es una ciudad blanca, la que resultaba de la inmigración europea y los múltiples estratos de las clases medias, las migraciones internas, las repetidas crisis y la desigualdad en aumento van poniendo de manifiesto que estamos en América Latina, y no precisamente en uno de sus sitios más prósperos y dinámicos. Entretanto, en algunos barrios de la ciudad y su región, es posible reconocer las calles arboladas flanqueadas de las heterogéneas fachadas de casas y edificios, que se extienden a lo largo de las cuadras de la trama regular: esos paisajes que resultaban de la integración social y de la acción estatal, de destino incierto.

En plena crisis argentina del año 2001, Beatriz Sarlo, en Buenos Aires, una metrópolis periférica (CECAL) puso de manifiesto el desplazamiento desde la esperanza en el futuro que prevalecía en el imaginario de la ciudad moderna hasta las miradas apocalípticas del siglo XXI. El final de su texto literario retoma las figuras de El aire, de Sergio Chejfec, que invierte las imágenes amenazantes de las villas miseria de las puertas de la capital, trocándolas por el centro de una ciudad que se diluye invadido por los pobres que van ocupando con su hábitat precario los techos, las terrazas, los intersticios. «Los Otros, los migrantes del interior o de América Latina, que la ciudad moderna fue depositando en las afueras, se meten en ella, depositando en las alturas los desechos de sus viviendas. Las alturas, antes ocupadas solo por el perfil de los rascacielos, pasan a ser la dimensión vertical de la marginalidad urbana». En ese relato, la ciudad y sus habitantes pierden la memoria, mientras la ciudad pasada deja de formar parte del presente. Se trata de un paisaje amenazante, que pone en jaque las claves constitutivas de la ciudad.

Sin embargo, en Buenos Aires, más allá de los contrastes entre los paisajes de la urbanalización y el creciente planet of slums, de algún modo resisten aún las historias, las culturas y las urbanidades y es posible percibir todavía los matices en la dinámica de los espacios públicos, aunque no sepamos por cuánto tiempo más...