Hacia una red de Infraestructura Azul y Verde para la Región Metropolitana de Buenos Aires

Demián Rotbart, Daniel Kozak, Hayley Henderson, Rodolfo Aradas

miércoles, 22 de diciembre de 2021  |   

El concepto relativamente reciente de Infraestructura Azul y Verde (IAV)[1] remite al reconocimiento de las capacidades innatas del espacio verde y el agua, y los ecosistemas en que están inmersos, de producir beneficios ambientales y de calidad de vida. En oposición al manejo histórico y convencional de los excedentes hídricos, con énfasis en la infraestructura gris[2], la IAV responde tanto a una demanda para mejorar la calidad ambiental en las ciudades como para dar una respuesta a las limitaciones de las soluciones tradicionales, mediante el aprovechamiento de los rasgos geomórficos propios de los sistemas naturales.[3]

El término Blue-Green Infrastructure apareció por primera vez en el mundo angloparlante en la década de 2000 (Lamond y Everett, 2019, p. 1), más o menos al mismo tiempo que el concepto de Trame Verte et Bleue surgió en Francia, como una política de conservación integrada centrada en el resguardo, la consolidación y la producción de corredores de biodiversidad a lo largo de los cursos de agua y espacios verdes que atraviesan las ciudades y regiones metropolitanas (Vimal, Mathevet y Michel, 2012). Algunos de los componentes IAV son, por ejemplo, parques, reservas naturales, corredores verdes, ríos, arroyos, lagunas, humedales, reservorios de biorretención y plazas o parques inundables. Incluyen desde elementos urbanos tradicionales simples, como bulevares arbolados y jardines, hasta más sofisticados –pero aun así low-tech– como superficies constituidas por depresiones vegetadas diseñadas para capturar y filtrar aguas pluviales y otros dispositivos de bioinfiltración. Pueden ser de acceso público o restringido, a la vez que pueden asentarse sobre tierras públicas o privadas. Una de sus principales características es que brindan servicios ecosistémicos, como la morigeración del efecto de isla de calor y la regulación de la temperatura en general; mejoras en la calidad del aire mediante el uso de la capacidad fitorremediadora de la vegetación urbana; reducción del ruido; captura de CO2; restitución o instauración de corredores de biodiversidad; y –nuestro principal interés aquí– un mayor control en el manejo de la escorrentía de aguas pluviales y la calidad del agua; entre muchas otras prestaciones. 

Particularmente, la caja de herramientas que despliegan las IAV en la planificación y gestión de las aguas urbanas plantea uno de los aspectos más innovadores de este abordaje. Existe un creciente consenso acerca de las limitaciones de las soluciones tradicionales para resolver los drenajes urbanos (e.g. Castro Fresno, et al., 2005; CIRIA, 2015; CIWEM, 2007). El abordaje tradicional de la ingeniería hidráulica se ha concentrado históricamente en el volumen de agua a desplazar, con el objetivo de desalojarla lo más rápido y lejos posible de la ciudad, sin priorizar su calidad ni capacidad para construir espacio público y amenidad urbana. Las respuestas desde la infraestructura gris al avance de la urbanización no solo aumentaron la contaminación en los cursos de agua entubados, disminuyeron el reabastecimiento de acuíferos y descuidaron el potencial inherente de los ríos y arroyos para brindar servicios ecosistémicos y amenidad (Dhakal y Chevalier, 2016), sino que también han generado a menudo problemas de inundación en las cuencas bajas por la aceleración de los tiempo de desagüe y en la cuencas altas como resultado de obstrucciones en los entubamientos (CIWEM, 2007, p. 2).

Las respuestas contemporáneas a estas problemáticas apuntan a un cambio fundamental en el diseño y la gestión del drenaje urbano. Buscan replicar los mecanismos naturales de absorción, retención y expansión[4], con el objetivo de resolver el drenaje pluvial más cerca del sitio de origen, y a menudo incluyen proyectos de desentubamiento –es decir, la reapertura de cursos de agua que fueron canalizados y sellados o entubados– y distintos grados de renaturalización de los lechos y las márgenes de los ríos y arroyos. 

La presencia de arroyos a cielo abierto en ciudades como Buenos Aires, constituidas principalmente por planicies aluviales, era o bien entendida como una potencial amenaza –la de la inundación– o como el sitio de la marginalidad, el lugar de “orilleros” y “malandras”. En este modelo histórico, el lugar de los arroyos urbanos era el de sitio postergado a la espera del progreso. El modelo actual de infraestructura hidráulica en Buenos Aires, y en la mayoría de las ciudades de nuestra región, se concentra principalmente en la evacuación del agua –sin priorizar su calidad ni potencialidad para producir espacio público, como mencionamos arriba– (Figura 1).


Figura 1: Modelos histórico, actual y deseado, según nuestra propuesta de desentubamiento de arroyos urbanos para la RMBA, fotografías y fotomontaje para el caso del arroyo Maldonado. Fuente: Elaboración propia, incluyendo imágenes del AGN (fotografías 1891, 1925 y 1937). Gráfica: Pilar Costa y Camila Lennon. 

La red de IAV que proponemos, nuestro modelo deseado, opera mediante tecnología modular que permite sumar niveles de sofisticación sobre las intervenciones y ampliar su capacidad para lograr mayor resiliencia en el tiempo. Se puede combinar con tecnologías convencionales y se complementa con la infraestructura existente. Puede comenzar por micro-intervenciones a escala de una cuadra y ser escalado en red hasta llegar a la totalidad de la cuenca a partir de micro y macro proyectos combinados. En el mismo sentido, la etapabilidad de las obras es más operativa comparada con las de la infraestructura gris. Puede ser descentralizada, y adaptarse a presupuestos acotados y entornos construidos variables.

Este modelo también aumenta el espacio público en las áreas de intervención, donde usualmente es más necesario. En muchas ciudades de nuestra región, las cuencas bajas y zonas inundables están habitadas por la población más vulnerable, en viviendas con altos niveles de hacinamiento y barrios con escaso espacio verde público. Particularmente, el déficit crítico de espacio verde que existe en Buenos Aires ha sido subrayado durante la actual crisis de COVID-19; especialmente en los barrios de menores recursos, pero también en toda la ciudad donde la demanda para realizar actividades al aire libre con distanciamiento constituye un nuevo reto. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) cuenta con menos de 6 m2 de espacio verde por habitante –muy por debajo de las recomendaciones de la OMS– y su distribución es considerablemente desigual. Nuestra propuesta aumenta la superficie verde pública, y contribuye a que sea más accesible y esté distribuida de forma más equitativa.

También brinda la oportunidad de democratizar la gobernanza urbana a escala metropolitana al involucrar distintos actores gubernamentales y no gubernamentales. Los comités de cuenca –que tendrían el mandato de gestionar los arroyos desentubados– cuentan, por definición, con la potencialidad de expandir la colaboración intersectorial para incluir actores no gubernamentales y mejorar la coordinación horizontal entre gobiernos locales, y vertical entre los tres niveles de gobierno.

Una red robusta de IAV disminuye el riesgo de inundaciones y mejora la calidad del agua en los sistemas pluviales y sus desembocaduras, a la vez que potencia la movilidad sustentable y contribuye a la mejora de la calidad ambiental mediante la prestación de servicios socioambientales. Las ciudades con mejores redes de IAV, ceteris paribus, cuentan con más recursos para sobrellevar la actual pandemia. En primer lugar, por la alta correlación entre calidad ambiental y letalidad del COVID-19, particularmente en cuanto a la contaminación atmosférica.[5] Pero también en términos de disponibilidad de contacto con entornos naturales para favorecer la salud mental de la población;[6] más aún si los espacios verdes y azules conforman una red de movilidad para peatones y ciclistas.

La construcción de la IAV y su mantenimiento demandan tecnología simple y de desarrollo local, disminuyendo la dependencia de importación de componentes, participación de empresas extranjeras y consumo de divisas. Tienen una mayor incidencia de la mano de obra[7] con relación al costo total de las inversiones, ayudando a generar empleo. Además, la mano de obra es contratada a nivel local, por lo general mediante contratos de construcción y prestación de servicios de mantenimiento, incluyendo a la comunidad y las cooperativas locales para realizar diversas tareas, desde jardinería hasta limpieza. Por otra parte, la reducción o control de inundaciones genera ahorros por la disminución de daños. 

Una red IAV de estas características impulsa la posibilidad de producir valorización del suelo por dos vías en entornos urbanos con riesgo hídrico: 1) la relacionada con la disminución del riesgo de inundación; y 2) la que se genera a partir de las mejoras en el espacio público y las cualidades ambientales del entorno urbano. De forma comparativa, el abordaje hidráulico tradicional opera solo sobre la primera variable. Esta valorización doble habilita la aplicación de instrumentos de captación de plusvalía por parte del Estado con un alto grado de efectividad y podría financiar parte de las obras, reduciendo la necesidad de financiamiento o generando un flujo financiero que permita devolver créditos iniciales. 

Uno de los aspectos que quedan claros a partir de la actual crisis del COVID-19 es la importancia de los servicios ecosistémicos en las ciudades y la necesidad de conferir entidad a la principal red que los provee: la red IAV. La pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de contar con más espacio verde público y de mayor calidad, aumentar el contacto con entornos naturales en nuestras ciudades, en forma de plazas, parques, reservas naturales, y corredores azules y verdes. No solo es vital incrementar la cantidad de superficie verde pública por habitante, sino lograr que su distribución sea equitativa y principalmente asegurar su accesibilidad. La red IAV amplía el espacio público de la ciudad, construye corredores de biodiversidad, enlaza espacios verdes y azules distantes, brinda soporte para la movilidad no motorizada y presta servicios ecosistémicos, como un mayor control en el manejo de la escorrentía de aguas pluviales y la calidad del agua. 


[1] También designado como BGI por sus siglas en inglés.

[2] Denominamos aquí infraestructura gris, en contraste a la verde o azul y verde, a la infraestructura pluvial convencional, generalmente subterránea e impermeable.

[3] Este artículo constituye una versión resumida y adaptada del capítulo “Beneficios y desafíos en la implementación de Infraestructura Azul y Verde: una propuesta para la RMBA” Kozak, D.; Henderson, A.; Rotbart, D. y Aradas, R. (2021), que a su vez retoma algunos de los temas desarrollados en el Documento de Trabajo del Lincoln Institute of Land Policy “Implementación de Infraestructura Azul y Verde (IAV) a través de mecanismos de captación de plusvalía en la Región Metropolitana de Buenos Aires. El caso de la Cuenca del Arroyo Medrano” (Kozak et al., 2020a), cuyos resultados preliminares fueron publicados en “Blue-Green Infrastructure (BGI) in Dense Urban Watersheds. The Case of the Medrano Stream Basin (MSB) in Buenos Aires” (Kozak et al., 2020b).

[4] En otras palabras, buscan recuperar la interacción natural del lecho del curso de agua con sus geoformas naturales, típicamente las llanuras aluviales y sus formas asociadas.

[5] Ver, por ejemplo, Bhaskar, A. et al. (2020). Más allá de la actual pandemia, ya era bien conocida la magnitud de los efectos nocivos en la salud de la polución atmosférica –principalmente producida por la emisión de los motores de combustión interna– en términos de incidencia en el aumento de enfermedades respiratorias, trastornos en el desarrollo cognitivo y muertes prematuras.

[6] El acceso a los espacios verdes reduce en los niños el riesgo de desarrollar un amplio abanico de trastornos durante la adolescencia y en los adultos. Es una intervención importante en la edad temprana para reducir el riesgo de depresión, ansiedad y el abuso de drogas. Ver, por ejemplo, Engemann, K. et al. (2019). 

[7] Mano de obra que, a su vez, es menos calificada, permitiendo brindar trabajo a las comunidades locales, y consecuentemente contribuyendo a la recuperación económica pospandemia.


Referencias
Bhaskar, A. et al. (2020). Air pollution, SARS-CoV-2 transmission, and COVID-19 outcomes: A state-of-the-science review of a rapidly evolving research area. medRxiv
Castro Fresno, D., Rodríguez Bayón, J., Rodríguez Hernández, J., y Ballester Muñoz, F. (2005). Sistemas urbanos de drenaje sostenible (SUDS). Interciencia, 30(5), 255-260. 
CIRIA. (2015). The SuDS Manual 2015. London: Construction Industry Research and Information Association (CIRIA). 
CIWEM. (2007). Policy Position Statement on Deculverting of Water courses. London: Chartered Institution of Water & Environmental Management.
Dhakal, K. P. y Chevalier, L. R. (2016). Urban Stormwater Governance: The Need for a Paradigm Shift. Environ. Manag., 57, 1112–1124.
Engemann, K. et al. (2019). Residential green space in childhood is associated with lower risk of psychiatric disorders from adolescence into adulthood. Proceedings of the National Academy of Sciences, 116(11), 51-88.
Kozak, D., Henderson, H., de Castro Mazarro, A., Rotbart, D., y Aradas, R. (2021). Beneficios y desafíos en la implementación de Infraestructura Azul y Verde: una propuesta para la RMBA. En: D. Zunino Singh, V. Gruschetsky y M. Piglia (Eds.), Pensar las infraestructuras en Latinoamérica, Buenos Aires: Editorial Teseo, pp. 223-244.
_______ (2020a) Implementación de Infraestructura Azul y Verde (IAV) a través de mecanismos de captación de plusvalía en la Región Metropolitana de Buenos Aires. El caso de la Cuenca del Arroyo Medrano. Documento de Trabajo. Massachusetts, Estados Unidos: Lincoln Institute of Land Policy. 
_______ (2020b). Blue-Green Infrastructure (BGI) in Dense Urban Watersheds. The Case of the Medrano Stream Basin (MSB) in Buenos Aires. Sustainability, 12(6). doi:10.3390/su12062163.
Lamond, J., y Everett, G. (2019). Sustainable Blue-Green Infrastructure: A Social Practice Approach to Understanding Community Preferences and Stewardship. Landsc. Urban Plan, 191.
Vimal, R., Mathevet. R. y Michel, L. (2012). Entre expertises et jeux d’acteurs: La trame verte et bleue du Grenelle de l’environnement. Nat. Sci. Soc. 20, 415-424.

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