Concursos de arquitectura

Pablo Pschepiurca

jueves, 29 de junio de 2017  |   

¿Una herramienta que pierde credibilidad?*

El Concurso como herramienta, que pronto va a cumplir dos siglos en nuestro país, es un instrumento consensuado que, en esencia, reúne un cúmulo de cualidades positivas: lo pensamos democrático, competitivo, propositivo, limpio, social y políticamente correcto. Es, como sucede en muy diversos campos, una forma de intervenir que sabemos imperfecta pero que se acerca bastante a nuestra pretensión de producir arquitectura en forma ideal y validada por la matrícula.

Sin embargo, el concurso puede ser a la vez muchas cosas. Propongo aquí una breve enumeración:

  • El concurso como un modo de elegir entre varias propuestas, pero también una manera de hacer propaganda política utilizando el deseo permanente de los profesionales de obtener un encargo.
     
  • Una forma de convalidar (como colectivo disciplinar) decisiones políticas que, descarnadas de toda formalización, nos resulten contrarias al interés común o a un desarrollo urbano equilibrado.
     
  • Un modo de sostener una alianza estéril entre poder político e instituciones que, a la larga, no obtenga resultados concretos.
     
  • O una manera de convencer a la opinión pública, “adornando” un mal plan urbanístico.
     
  • Puede ser una fugaz tapa de diario que jamás sea construida, puede ser, en definitiva, una enorme frustración y un autoengaño.
     

En este sentido, el bastardeo de una de nuestras principales herramientas para actuar en la ciudad, en el espacio público, en la generación de vivienda, en los edificios institucionales nos puede llevar a un callejón sin salida: pedimos concursos que luego sean irremediablemente inconducentes.

Y me refiero aquí sólo al universo de los concursos públicos y regulados por las asociaciones profesionales ya que el tema es aún más complejo si hablamos de concursos privados, o por invitación o por proyecto y precio entre otras modalidades. Dejo afuera también la complejidad que generan los juegos de palabras ya que los concursos no vinculantes no son concursos, los concursos de ideas si no son vinculantes tampoco lo son y así podríamos continuar…

Claro que no todo es negativo en el mundo de los Concursos de Anteproyectos. Hay grandes realizaciones, oportunidades para los jóvenes, posibilidades de cambiar determinadas condiciones físicas degradadas pero, lamentablemente, en el balance general creo que nosotros mismos, nuestras instituciones profesionales y educativas, el poder político y el privado hemos ido contribuyendo progresivamente a degradar la propia idea de concurso como solución.


*Extracto 
Fuente: Cruces | Encuentros de Arquitectura y Ciudad »