Polycephalum

Claudia Pasquero, Marco Poletto

viernes, 12 de abril de 2019  |   

En el Antropoceno, época en que nuestra civilización ha alcanzado impacto mundial, la computación ubicua nos permite descifrar la dimensión antropogénica de la biosfera. Sabemos de ella porque las máquinas que hemos creado para medirla nos lo cuentan. Su miniaturización, distribución e inteligencia han alcanzado una complejidad inhumana, hasta el punto que, paradójicamente, en el Antropoceno estamos rodeados de modos de razonamiento no antropocéntricos y dependemos de ellos. Llamamos a esta condición el Polycephalum, o inteligencia policéfala. 

Esta noción se ha desarrollado mientras experimentábamos con un sistema de diseño bio-computacional que denominamos Polycephalum Machine. En su núcleo, se trata de un organismo biológico vivo, el Physarum Polycephalum, P.P. es un protista, un organismo unicelular que contiene cientos de miles de pequeños núcleos. En la fase plasmodio, los núcleos flotan y son capaces de interactuar entre sí a través de secreciones bioquímicas, y crean lo que Adamatzky[1] definió como una «computadora de uso general no convencional». P.P. acumula rastros del medioambiente que conforman una memoria espacial distribuida: su cerebro externalizado. Esto es crucial para que emerja inteligencia colectiva cuando no hay sistema nervioso. A través de múltiples interacciones locales, emerge su morfología general. 

En un experimento, se hizo una impresión 3d de un sustrato basado en un modelo urbano de Tallinn, Estonia, recubierto con agar, espolvoreado con alimento en nodos cruciales, e inoculado con P. P. Notablemente, el cuerpo en red de P. P. llegó a asemejarse a las redes[2] urbanas clásicas de mínima desviación. Una serie de videos[3] de cámara rápida y un conjunto de bio-dibujos capturaron estas morfologías de comportamiento y revelaron algo peculiar: la manifestación de una inteligencia no humana. P. P. simula redes urbanas, pero su algoritmo no tiene nada que ver con aquéllos a los que están acostumbrados los urbanistas. 

Por lo tanto, en nuestra investigación evitamos aumentar literalmente la escala del sistema que debe ser observado a la escala conmensurable del organismo vivo. De igual manera, no resumimos el comportamiento de P. P. como un modelo bio-mimético, que solo implicaría extraer una solución particular a un problema general orientado al ser humano. En cambio, observamos la capacidad diagramática del sistema vivo durante su proceso de crecimiento como parte de un ensamblaje o aparato arquitectónico. El enfoque se desplaza y se concentra en entrenar su sensibilidad y la nuestra para reconocer patrones de razonamiento que atraviesan los campos escalares y tecnológicos.

Las cualidades estéticas emergentes de estos dibujos del comportamiento son, en este contexto, una indicación de los niveles crecientes de síntesis que estamos estableciendo entre los sistemas heterogéneos de la Esfera Urbana[4], sistema global de la urbanidad contemporánea. Apreciamos su belleza como una muestra de la evolución de la inteligencia ecológica de dicha Esfera. Al igual que en P. P., la inteligencia ecológica se manifiesta en los ritmos palpitantes de su comportamiento exploratorio, en la complejidad convolucionada de su cuerpo en red, o incluso en la inasible vaguedad de su memoria espacial distribuida. Todas ellas desafían tanto los cánones clásicos de belleza como las lógicas racionales de la ingeniería eficiente. 


[1] Andrew Adamatzky, Physarum Machines. [Máquinas Physarum] World Scientific, 2010.
[2] Para consultar la definición ver: Frei Otto; Occupying and Connecting. [Ocupar y conectar] Achim Menges, Stuttgart, 2008.
[3] En colaboración con Heather Barnet »
[4] Claudia Pasquero, Marco Poletto (2016). “Cities as biological computers”. ["Ciudades como computadoras biológicas"] Architectural Research Quarterly, 20(1), 10-19. doi:10.1017/S135913551600018X